martes, 28 de agosto de 2012

Pídele al tiempo que vuelva




No hay nada  más preocupante de una reunión de secundaria. Si creen que exagero, pónganse en contexto: estudiar a finales de los noventa en una secundaria técnica pública.
En una época dónde no había redes sociales encontrar a los alumnos de la generación es un esfuerzo sobrehumano. Cabe señalar, que solamente  pudimos contactar a una mitad de la generación. La otra mitad supongo acabó en la cárcel o sin acceso a internet, en el mejor de los casos.

Es increíble pensar que en una ciudad tan pequeña, como Pueblo Quieto Campeche, se le pierda la pista a compañeros de la generación. Si bien en lo largo de los años me encontré a un par en la universidad, a otro par en eventos culturales y unos cuantos trabajando en el mercado o de taxista. De hecho, cuando me encontraba por azares de destino a compañeros de secundaria, tratábamos de recordar y ver qué había sucedido con la vida de los demás. Solamente contábamos a unos 4 con estudios de licenciatura, los demás ni sus luces.

Por iniciativa de un compañero ocioso, llegó el día de la reunión. En casa de uno de ellos. Solamente llegamos 6 personas, 4 hombres y 2 mujeres, irónicamente, los asistentes somos de los pocos que tenemos estudios de licenciatura, al menos.

Después de ponerse al día las tres preguntas obligadas: nivel de estudios, trabajo actual y estado civil, la reunión transcurrió con cierta reserva. Después de un par de cervezas para amenizar empezamos a recordar a compañeros que juro no recordar para nada, así como también me recuerdan sucesos que no recuerdo hayan sucedido. A recordar a aquellas peleas en el receso o atrás de los pasillos, dónde ellos aseguran me peleé una vez. Cosa que no recuerdo y creo poco probable, si consideramos que siempre fui pacífico. O  cuando prometí un beso a una amiga con la condición de que ella corrija mi examen y luego no cumplí mi palabra; o al famoso forty cuatro, quien al pasar lista en clase de inglés dijo en más de una ocasión forty cuatro en vez de forty four; o la mejor de todas: aquellas ocasión en que la maestra de química nos pidió para el día siguiente una tabla periódica de los elementos y un compañero que no escuchó bien, se aparece al día siguiente con un pedazo de tabla de madera, ja ja, aún no lo supero. Pobre, nos burlamos de él en secundaria hasta el cansancio.

Al final fue una reunión amena. Nos faltó el tiempo para platicar de más cosas. Una reunión en que uno descubre que eres el único con estudios de posgrado, que dicho de paso, alimenta el ego. Descubrir que la mayoría de las mujeres tienen hijos, otros divorciados, uno en la cárcel (es real), otros trabajando de choferes, cargadores y uno de judicial. Este último irónicamente fue el que más sufría de bullying (vaya término más marica) y abusos por parte de todos nosotros. Espero nunca toparme al judicial en el ejercicio de sus funciones.

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