jueves, 20 de octubre de 2011

No country for Honest Men (Sin lugar para los honestos)

I

Mis valores fueron adquiridos de manera sencilla. Mi padre no fue un hombre de muchas palabras. No existían las pláticas ni sesiones instructivas. Su ejemplo fue su mejor arma: nunca legar tarde a ninguna cita, ser responsable, prohibido llegar crudo a la oficina, su palabra valía más que cien documentos firmados, humildad, entre otros. Así de simple, así de efectivo (aunque de llegar crudo luego hablamos).

De niño se me quedaron grabadas sus pocas palabras “Todo lo que tengo y les doy me lo he ganado con trabajo. Jamás me he quedado con un centavo que no sea ganado o que no me corresponda”. Nunca tuvimos muchos privilegios (o tal vez sí, depende con quien me compare), pero jamás necesidades. Estoy convencido que si mi padre se encuentra una maleta llena de billetes abandonada en una calle, jamás la tomaría. Un poco por sus creencias religiosas y otro poco por los valores, pero el resultado es el mismo.

En mi formación académica tuve algunos profesores, que se cansaron en repetirnos hasta el hartazgo lo importante de la ética. El contador Público es quien controla las finanzas de una empresa, y no sólo eso, si no el patrimonio de las personas físicas o pequeños contribuyentes como: doctores, asalariados, arrendadores, etc. Con la mano en la cintura y con un solo movimiento, podríamos controlar los números y hacer magia hasta el grado de dejar a Criss Angel como un aprendiz de crucero.


II

-“No seas pendejo, en la vida hay prioridades” “Qué prefieres comer pollo o pavo” “En el mundo sólo hay dos tipos de personas: los corruptos y los que vuelan”- me repiten una y otras vez conocidos al proponerme los negocios que incluyen una que otra triquiñuela. Cómo olvidar aquella vez en que un amigo/familiar me dejó fuera de unos negocios bajo el argumento “Es que tu eres muy honesto y recto, así no podremos trabajar”.

“Bájale un poco a esos impuestos, es mucho, no me va a quedar alcanza para vivir” Me insistía un cliente dueño de un par negocios. Tenía razón, no le iba a quedar para mantener su rancho, su camioneta, el mustang nuevo de su hijo, sus viajes en cada puente, y la casa que le paga a su querida/secretaria. Le hice ver que lo que le quedaba era mínimo comparado con sus ganancias. Es más, yo pagaba más impuestos como asalariado que él por sus dos negocios juntos.

III

Si tan sólo todos los mexicanos pagaran de manera equitativa (de acuerdo a los ingresos) lo que nos corresponde, la tasa de IVA bajaría a 5%, y los ingresos de PEMEX no se usarían para el presupuesto de egresos y se usarían sólo para reservas. Bajo el argumento de “Para que pagar, si al final se los van a clavar los gobernantes” los contribuyentes tienen su escudo anti conciencia. No los culpo, tienen toda razón. El círculo vicioso de los contribuyentes que medio pagan y las autoridades que medio gobiernan es grande. En este batidero ya no se sabe quien son los buenos y los malos. Sólo estoy convencido de una cosa: Nos estamos yendo directo al carajo.


No escribiré más al respecto, hasta que el IVA esté al 20%.

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