El día de hoy se dio un diálogo por la paz entre el presidente Calderón, Sicilia y otras personas que no recuerdo, pero que han perdido un ser querido en la mal llamada guerra contra el narcotráfico, que por cierto el diálogo o debate consistió en sentarse a leer discursos. Unos argumentando que es la mejor estrategia militar; otros quejándose de su suerte (quejas personales). A raíz de esto me han venido a la mente algunas reflexiones que estoy seguro más de uno se entumirá, pero eso me pasa por andar subiendo cosas al blog, en fin, total que ya estoy acostumbrado. Empezaré:
Nunca he sido político, ni tengo banderas partidistas, pero si me queda claro: El narcotráfico no inició con Calderón, ni con el Pan, este un problema social de décadas atrás. Echarle la culpa al Felipe Calderón sería responsabilizarlo injustamente.
El hacerle frente a la guerra con las fuerzas armadas no es tan descabellado. ¿Qué más podía hacer el presidente? El problema no es la estrategia en sí, si su eficiencia y eficacia.
¿Legalizar las drogas sería lo solución? Este es un tema sumamente complicado. No estoy convencido de que funcione en nuestro país como funciona en Europa y Canadá por un solo motivo: estamos a años luz de ser una sociedad tan avanzada culturalmente como ellos.
Por cierto, ese argumento de que legalizando las drogas bajaría el consumo y además las empresas narco vendedoras pagarían sus impuestos, Pfff, por favor. En mi corta vida laboral no he visto que un ciudadano responsable pague completamente sus impuestos, ya sean empresas, doctores, comerciantes, maestros, etc. Ya me imagino a un narco ir al SAT a hacer su declaración anual por sus impuestos generados.
Seré sincero, nuestra estructura social, política, cultural está tan jodida, que ni legalizando las drogas sería la solución. No veo ninguna estrategia que sea efectiva con nosotros.
Les dejo un escrito de Eduardo Huchín, un gran escritor y amigo, que propone lo que sería nuestra única solución:
Para acabar de una vez por todas con el narco
¿Qué hacer para acabar con el narco? Propongo una medida. En principio de cuentas, legalizar la droga, pero no sólo eso, sino considerar a las drogas símbolos de la soberanía nacional y producirlas a través de una paraestatal, que se llame Drogas de México (Dromex). Expropiar los terrenos de cultivo, volverlos ejidos, enriquecer un poco más a los capos (meterlos a la administración pública –otro tanto más- y que en lugar de dedicarse a extorsionar a los mandos policíacos mejor se entretengan asignándose licitaciones).
También necesitamos algunos gremios gordos con líderes feas, que paren las calles y hagan plantones porque se ha firmado algo llamado Alianza por la Intoxicación, que exige a los cultivadores tener conocimientos de química básica para procesar psicodislépticos. Necesitamos subsidios federales para los campos de mariguana (y en consecuencia habrá más campesinos protestando en la Ciudad de México que sembrando en sus parcelas). Igualmente es indispensable firmar un tratado de libre comercio con Colombia que ponga en jaque al cultivo nacional y fomentar organizaciones agrarias con dirigentes incapaces de distinguir una hoja de cáñamo de un helecho.
Para acabar con las drogas hemos utilizado por años a la dependencia equivocada: no es la PGR sino Hacienda quien hará la tarea. Un mayor gravamen fiscal sobre nuestra industria de los enervantes será suficiente para tenerla siempre en crisis. Dromex no podrá invertir en su crecimiento, a pesar de las buenas ventas. Entonces hablaremos de abrir el negocio a los inversionistas privados (no de California sino de Medellín) y de inmediato un Frente por la Defensa de la Verde tomará la tribuna legislativa para evitar cualquier reforma a la Constitución.
Los cárteles –que en este momento trabajarán como proveedores de Dromex- darán forma a un consejo coordinador empresarial, que sólo servirá para llorar la nueva crisis. Mientras los poetas y escritores organizarán mítines de protesta (la falta de depresores sacará por fin a los universitarios a las calles a manifestarse), los distribuidores mantendrán parada la flota de avionetas debido al alza al combustible. La especulación hará escasa la droga y la carestía de polvo pondrá histérica a la juventud adinerada:
“Está tan dura la crisis que ahora solo utilizo mis tarjetas de crédito para comprar”.
Poco después nos llegarán cadenas de internet para salvar la industria de las anfetaminas como si fuera la planta Boing. Los productores bloquearán las carreteras con mantas que digan “Sin hachís no hay país”. En un mundo de drogas impagables habrá que inventarse nuevas diversiones.
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