jueves, 30 de junio de 2011

Las apariencias engañan

I





Hace ya varios años iniciaba mi vida como estudiante de Licenciatura. Ello, por supuesto, te da privilegios y derechos que la juventud soporta: divertirse como si mañana se acabara el mundo. En esos años mi hermano, que estudiaba en una universidad en la zona metropolitana, estaba de visita en unas vacaciones de verano. – ¿Qué harás hoy? Tengo el dinero de mi beca. ¡Vamos a reventar una buena parte!- Me asentía un viernes por la noche. -¿Qué discos hay en Campeche?- Me pregunta como el clásico campechano que pasa unos meses afuera y empieza a desconocer todo- Pues la única disco que hay, la misma que estaba cuando te fuiste hace 6 meses, y seguramente la misma y única que habrá cuando te gradúes en 4 años- Le comentaba. Todo estaba listo. Esa noche quedamos en encontrarnos con unos primos en la única disco de la ciudad.




Los primos se encontraba adentro junto con otros amigos, camino a la disco acordé con mi hermano pedir una botella de whisky, el calor de verano era insoportable. Antes de continuar, debo de aclarar que muchos me han dicho que siempre visto muy formal o muy elegante. Realmente no sé si sea elegante, pero me siento cómodo con las camisas de manga larga, zapatos limpios y una buena presentación, es parte de mi personalidad. Mi hermano en cambió prefirió unos jeans, su camisa polo que a juzgar por la marca Hugo Boss no debía de bajar de unos 120 dólares y sus nuevos Adidas edición especial retro Run DMC.





Hicimos la fila de costumbre para entrar. Al llegar al cadenero me dice –Tú si puedes pasar, tu acompañante de tenis y playera no-. Unas risas fueron la primera reacción. Insistimos que mi hermano venía de viaje y teníamos amigos adentro. Después del enojo por ser discriminados de tal manera mi hermano remató al guardia –No jodan, uno de mis tenis cuesta más que todo lo que traes puesto – mientras nos alejábamos antes que una turda se enfureciera.



Al final de la noche los primos salieron uniéndose a nuestra protesta y armamos la pachanga en casa de alguno. La disco se perdió del importe de lo que seguro sería la mesa más consumidora.





II





-¿Qué haces? Estoy llegando a Campeche, sal, estoy pasando por ti a tu casa- Fue lo que escuché al contestar el teléfono un viernes a media noche. Insistí que ya era tarde, pero la visita a la ciudad de un gran amigo me orilló a aceptar. –Te mostraré algo que te gustará- fue lo último que escuché de la llamada. Unos jeans, tenis, playera y gorra fue lo más cómodo para salir a “rolar”.



Al primer claxon salí al encuentro. Un porsche boxter negro, convertible, último modelo estaba en la puerta de mi casa. Mi gran amigo acaba de comprar un carro que quería mostrarme. Un amigo de toda la vida desde la prepa, carrera y lo que se acumule. Un amigo exitoso que se hizo de dinero trabajando en empresas de Cancún (aunque muchos dicen que se dedica a ser stripper, ja, la pura envidia).




Al final dimos unas vueltas obligadas en el malecón, claro, con el descapotable abajo. Nos decidimos entrar al nuevo Casino, aunque teníamos dudas de que nos dejen entrar en tenis y playeras.



– ¡Vamos a intentarlo, usaremos el valet parking para que nos vean llegar!-. Dicho y hecho, apenas ven llegar un porsche los jóvenes del valet parking se peleaban por darnos el servicio. La gente te voltea a ver, todo se hacen a un lado para que pases. El recepcionista nos preguntó si deseábamos mesa VIP de Texas Holdem. -No gracias, vamos al área de máquinas.- rematé mientras me acomodaba mi gorra. Al final estuvimos 20 minutos en un casino lleno de gente de la tercera edad. Nos aburridos jugando máquinas que ni los empleados del casino supieron explicarnos. Total que solamente gastamos 50 pesitos cada quien para “ir a conocer”. Un fracaso, salimos decididos a hacer algo más divertido que oprimir un botón sentaditos.




En resumen, nos dieron un trato especial tan sólo por ir en un porsche, aunque estuviéramos de tenis y playera y solamente dejamos 100 pesos al Casino. Pero eso sí, si llega alguien en su volcho a apostar 5 mil pesos, seguro se regresa a su casita con el dinero intacto.



Bienvenido a un mundo de apariencias.



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