viernes, 13 de mayo de 2011

No se apene y siéntese a leer

I

Somos un país tercermundista en muchos aspectos sociales, a mí no me vengan con cuentos. Es poca la gente que escribe bien, habla correctamente, educada, con sentido social, ética y un largo etc. De entrada estoy lejos de escribir bien y hablar bien, pero cada quien pone su granito de arena para ir formando un afecto avalancha y poder vivir socialmente como seres en raciocinio, como dijo José Saramango:”Yo no escribo por amor, sino por desasosiego; escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo”.


En materia del sentido del humor encuentro un vacío enorme parecido a los cráteres de que se aparecieron en Hopelchén (ver imagen dando click aquí). Basta ver cualquier día y a cualquier hora los programas de comedia y de variedad de la televisión mexicana: las lavanderas mascar chicle y hablar como albañiles saliendo de una cantina en viernes de quincena y en la conclusión de una obra (este es un cliché, los albañiles son bien educados, por cierto). Ni hablar de guerra de chistes, dónde salen unos mamarrachos contando chistes que no son más que insultos sin sentido y totalmente predecibles, eso sin contar el trato de puta a la Wonder, que por cierto lo tiene bien merecido; ver a adultos disfrazados de niños en la escuela con referencias sexuales sexuales y con diálogos más trillados que los del chavo del ocho (que esos sí son graciosos dicho sea de paso). Ahora que me acuerdo anotaré postear luego sobre Jorge Ortiz de Pinedo, el peor comediante que existe sobre la faz de la tierra. Deberían de hacer una marcha para sacarlo del país.



II

El albur es un juego de palabras de doble sentido en el cual existe un significado generalmente con connotaciones sexuales. ¡El albur es divertido y sumamente gracioso tratar de joder a los demás! Eso diría si tuviera 14 años y me encontrara en una secundaria federal o trabajando en un mercado público. En nuestro país es un común denominador que alguien escuche la o palabra chile o palo para rematar con un “me agarras” o “te sientas” no sin antes terminar con una cara de pendejo y unas risas forzadas de fondo.


La realidad es que no hay nada de tan mal gusto que una persona albureando. Tengo conocidos o amigos de mis amigos que tienen el muy mal gusto de alburear en cualquier momento, de pena ajena. Lo peor del caso es que este no es un tema exclusivo de alguna clase social, o nivel socioeconómico con los clichés que marca que los mejores albureros son los albañiles y los carniceros. No señores, da igual si el tipo en cuestión tiene licenciatura, maestría o tres carreras (aunque no haya podido terminar ninguna). Pero eso no es todo, lo que no tiene perdón de nuestro beato Juan Pablo II son los amigos del alburero, quien después de terminar su verso y poner su cara de triunfo, el único triunfo que tiene que celebrar en su vida, siguen la ovación y la aprobación de sus amigos. Se envuelven en un júbilo como los macacos celebran la una lucha de lodo en plena jungla.


III
-Recuerden, siempre alineen y contextualicen su léxico y trato al nivel de su interlocutor- eran las palabras de un gran Doctor que me dio clases. Hacía referencia de tener la capacidad de tratar y establecer conversaciones ya sea con un doctor honoris causa o con un una vendedora de guayas indias (las guayas, no las vendedoras) en el mercado principal. Sin embargo me niego rotundamente a rebajarme al nivel de una persona alburero y devolverle los albures para establecer una competencia del alburero de la noche.


-El albur es parte de la cultura del mexicano, vives en México y debes de adaptarte- me refutaba un conocido. Claro, por eso desde hoy andaré con mi zarape, sombrero, huaraches, tequila en mano y me sentaré bajo un cactus a descansar mi siesta del medio día. ¿Saben algo? Luego no se quejen de la imagen que proyectamos ni anden lloriqueando cuando conductores de la cadena inglesa BBS y su programa TOP GEAR hagan chistes de nosotros. Tampoco se extrañen que los gringos quieran construir cada vez mal alto el muro que nos divide. No los juzgo.

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